Estado Unidos no debería confiar en los hombres “yes” de Irak
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¿Cómo terminamos con tantos aprietos en Irak? Porque hicimos lo que hemos hecho por largo tiempo: Buscamos no a los extranjeros con quienes todavía necesitamos trabajar, sino a los exiliados que fueran más parecidos a nosotros.
La práctica de imponer poderes impopulares no comenzó con esta administración de Bush hijo. Es una que los hacedores de la política de Estados Unidos han venido persiguiendo con diferentes resultados. Pero en un mundo tan complejo como este después del 11/9, los días de seleccionar líderes con caracteres de un nobel a lo Graham Greene, se han ido. Al contrario, nosotros debemos construir relaciones con los extranjeros que tienen apoyo entre su propia gente y dejar de acercarnos a los que meramente nos dicen lo que queremos escuchar.
Los hijos de los extranjeros favoritos a menudo disfrutan de más apoyo en esta nación estadounidense que en la suya, apoyo basado en ilusiones que han venido vendiendo de puerta en puerta y que puede tomar años antes de que sean expuestas. Tal hombre fue el presidente de El Salvador, José Napoleón Duarte, quien una vez disfrutó de un amplio consenso bipartidista en Washington.
Duarte era tan dependiente de nosotros para mantenerse en el poder, que él no solamente escribió su autobiografía cuando todavía era presidente en el contexto de la guerra civil de su país, sino que la escribió y la publicó en inglés para que nosotros la leyéramos, en lugar de su propia gente.
Les tomó cinco años a los políticos de Estados Unidos para que finalmente se dieran cuenta de que Duarte, por todas sus promesas color rosa, había fracasado.
Pero ha tomado solamente un año para la mayoría de políticos el darse cuenta que los iraquíes seleccionados por Estados Unidos, están fracasando. El Pentágono ha favorecido a Ahmad Chalabi, mientras que el Departamento de Estado ha preferido a Adnan Pachachi. Ambos son exiliados que no sentaron sus pies en Irak por más de tres décadas, y tampoco nunca se han unido a algún distrito electoral dentro de Irak.
Pero cada uno de ellos se ve bien en papeles. Fluido en inglés, Chalabi estudió matemáticas antes de convertirse en banquero, y él se describe a sí mismo no en términos religiosos sino como un secular Shia Iraki. Pachachi, quien tiene mejores enlaces en el mundo árabe, es un antiguo diplomático quien una vez representó a Irak en Nueva York, en las Naciones Unidas. Chalabi y su familia estuvieron cerca de la “Iraq’s old British-imposed monarchy”(La pasada monarquía inglesa impuesta sobre Irak), mientras que Pachachi sirvió para “Iraq’s pre-Baathist military regimes”( Los regímenes militares antes de la fundación del partido Baath ). Cuando los diferentes oficiales de la actual administración buscaron sobre el colorido pero confuso paisaje sectario de Irak, estos dos hombres sobresalieron.
Una razón por la que Chalabi se encontró favorito por tanto tiempo es que él, en particular, siempre nos dijo que “sí”. “Yes”, los iraquíes van a alzarse cuando tú invadas, a pesar de que Estados Unidos los traicionó la última vez que ellos se alzaron contra Saddam durante la primer guerra del Golfo Pérsico (el libro de Bob Woodward “Plan de ataque”, reporta que el vicepresidente Dick Cheney no supo hasta después de la invasión que “el trauma” entre Shias iraquíes por esa “traición”, todavía era muy grave). “Yes”, tú podrías explotar el petróleo iraquí por medio de un tratado de dulce corazón con Halliburton, aunque solo unos cuantos iraquíes se beneficien de ello.
“Yes,” Chalabi argumentó, tú podrías usarme para dar forma a un gobierno de tu conveniencia, incluso si los iraquíes no lo eligen. Oh, y no te preocupes acerca de todas esas tensiones religiosas y étnicas, conmigo a cargo, juntos vamos a transcenderlas.
La más grande ficción que Chalabi difundió fue la misma que Duarte, que llevar la democracia a su país era sinónimo de ponerlo a él en el poder. Esta es la gran mentira que la Casa Blanca podría haberse tragado. El mes pasado en Washington, el presidente George W. Bush dijo a los editores de periódicos que él todavía planea llevar la democracia a Irak. Pero lo que Bush todavía no puede entender es que algunas elecciones democráticas no son como para conducir a algún gobierno que él tiene en mente, o elegir a algún líder que él conoce.
Cada uno debería saber por ahora que el futuro de Irak podría bien manejarse sobre la palabra, o vida, de un clerigo de 74 años de edad de la fe Shia Musulmán, Ali Sistani, quien viste un turbante negro calificándolo como un descendiente del profeta Mohammed. Pero solo después de la invasión el año pasado, parecieron los políticos entender que posiblemente pueden necesitar el apoyo de iraquíes no tan familiares de nosotros como este gran “ayatollah”.
Pero, por el contrario, los oficiales administrativos seleccionaron a diferentes iraquíes con los que se sentían más cómodos, y ahora soldados estadounidenses junto a civiles iraquíes están muriendo por sus errores.
Para una nación con tantos enemigos como los que Estados Unidos tiene ahora, nosotros necesitamos más aliados y menos títeres alrededor del mundo.
Frank Smyth es un periodista independiente que está escribiendo un libro sobre los levantamientos de 1991 contra Saddam Hussein. Traducción al español por Catalina Barrera.