Contra Saddam Hussein: Porque no hubo insurreccion

Published here (translated from the LAWeekly).

¿Por qué los iraquíes no se sublevaron en contra de Saddam Hussein? Lo más seguro es que muchos recuerdan la última vez que lo hicieron después de seguir las instrucciones comandadas por los Estados Unidos.

Al momento que la guerra del Golfo Pérsico concluía, el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, padre del actual mandatario, urgió a los iraquíes a “tomar las cosas en sus propias manos, para forzar a Saddam Hussein, el dictador, a renunciar”. Dos semanas después, muchos en verdad atendieron esas palabras para pelear en contra de su propio gobierno, el cual la Agencia Central de Inteligencia (CIA) predijo que colapsaría.

?Saddam Hussein se enfrenta a su desafió político más serio, después de 20 años en el poder?, afirmaba la CIA en marzo de 1991 en un reporte secreto escrito durante el mes que duraron los levantamientos. “El tiempo no está de su lado”, continuaba el informe.

El levantamiento comenzó el 28 de febrero de 1991 en Basora, ciudad situada en el extremo sur de Irak, cuando el comandante de un tanque perteneciente a una columna de soldados iraquíes que en ese momento se retiraba de la ocupación de Kuwait, se desvió hacia la plaza Sa’ad, cerca de los cuarteles generales del partido oficialista Ba’ath.

En esa ocasión, y en una escena que los actuales planificadores del Pentágono soñarían con que se repitiera hoy, el mencionado comandante del tanque salió de su blindado y denunció a Hussein, regresando luego a su interior, y procediendo entonces a volar en pedazos un mural, del tamaño de un edificio, con la imagen del gobernante.

El combate se extendió en ese entonces hacia el interior de Basora, mucho antes de alcanzar el conocido barrio de Jamoriya, lugar donde residía el soldado iraquí, Mohammad Honan, quien afirmó que paramilitares pertenecientes al partido Ba’ath merodiaban por las calles.

“Todos escuchamos los disparos que provenían desde la ciudad”, me dijo Honan en ese entonces, al tanto que alguien más también gritaba que se trataba de “una revolución. Ellos están gritando y disparando”, aseveró Honan, quien fuera uno de los tantos soldados que se incorporaría en la revuelta para derrocar a Hussein.

Miles de soldados, en su mayoría árabes shiítas, se unieron a los civiles e invadieron el cuartel general del partido Ba’ath, para proceder y vaciar las cárceles principales de la ciudad. Así, en pocos días, la Intifada, como la llamaron los incontables iraquíes que se unieron a la insurrección, se extendió hacia al norte sobre el río Eúfrates, consumiendo primero a Nasiriyah y Samawah, para luego llegar a las ciudades santas shiítas de Najaf y Karbala, a solo 50 millas al sur de Bagdad, los mismos y actuales teatros de combate en el presente conflicto.

Por ese entonces solo el levantamiento de los kurdos en el norte de Irak llamó la atención de la prensa; sin embargo, “la insurrección shiíta en el Sur del país fue más peligrosa para el régimen que la insurgencia de los kurdos en el norte”, afirma ahora un contemporáneo y antes ?cable clasificado? del Departamento de Estado: A través de Irak, al menos 14 de 17 ciudades estaban bajo control de los insurrectos durante las 4 semanas que durara el levantamiento, y que incluía cada ciudad bajo dominio de los shiítas en el sur, y cada ciudad de los kurdos en el norte.

El levantamiento de 1991 incluso estalló en el propio Bagdad. Un reporte secreto del Departamento de Estado fechado el 24 de marzo de 1991 afirmaba: “El descontento no se limitaba a los levantamientos en el norte y el sur? tres barrios en Bagdad (uno de ellos conocido como Saddam) habían sido acordonados por los militares por varios días debido a actividades en contra del régimen”.

Pero justo en el momento en que la Intifada se desenvolvía, los Estados Unidos y oficiales iraquíes negociaban un cese al fuego que formalmente pondría fin a la Guerra del Golfo en 1991.

Después de redactarse e imprimirse el primer párrafo del acuerdo de cese al fuego, y el cual restringía los vuelos de “ala fija” iraquíes, los generales de Saddam dijeron que querían agregar un nuevo punto, y era que a Irak se le permitiera pilotear helicópteros artillados. Los militares dijeron a los negociadores estadounidenses las dos razones por las que Irak necesitaba los helicópteros: 1) Para lograr transportarse a las negociaciones de paz, 2) para transportar a sus soldados heridos.

Para el tiempo en que los levantamientos fueron ahogados en sangre, el mundo entero sabía que las verdaderas intenciones del régimen de Saddam eran usar los helicópteros para masacrar a los rebeldes kurdos en el norte, después de que miles de civiles huyeran de Irak hacia la vecina Turquía e Irán, durante los primeros días de abril en 1991. No obstante y hasta esa fecha, portavoces estadounidenses repetidamente dijeron a los periodistas de que no conocían mucho acerca de combates en el interior de Irak.

Resulta ser ahora que los estadounidenses estaban mintiendo. Portavoces de los Estados Unidos sabían que a solo 12 días, con relación al mes de los levantamientos, el régimen de Saddam ya estaba usando los helicópteros en violación de al menos el espíritu contenido en los acuerdos de cese al fuego. “A través de Irak, los militares cuentan con sus helicópteros para combatir a los insurgentes, disparando indiscriminadamente sobre civiles en áreas con actividad de resistencia”, se lee en un secreto briefing de la mañana, preparado para el entonces Secretario de Estado, James Baker II, y fechado el 12 de marzo de 1991. Pero a pesar de todo, Estados Unidos se mantuvo despreocupado y permitió que la sofocación del levantamiento se desarrollara sin ninguna objeción.

Yo mismo experimenté esa traición sobre el terreno hace 12 años en la rica ciudad petrolera de Kirkuk en el norte Irak, tan codiciada entonces como lo es ahora, y en donde recuerdo uno de esos días cuando la Merga Kurdo Pesh , traducida literalmente como “aquellos que enfrentamos la muerte”, se las arregló para mantener sus posiciones y rechazar así a las fuerzas elite de Saddam el 28 de marzo de 1991, para luego sucumbir a medio día después de más de cinco horas de combate.

En los cruces en el extremo norte de la ciudad, miles de personas apresuraban el paso sobre dos caminos que conducían fuera de la misma, al momento que ocasionalmente algún vehículo, camión o bus cargado con algunos pasajeros, aceleraban con rapidez sobre la misma dirección. Nadie podía imaginarse por cuánto tiempo habrían de caminar y casi todos ellos contaban con agua para el camino. Muchas mujeres ataviadas en el tradicional atuendo de los kurdos cargaban a unos niños, mientras otros tantos menores y en fila les seguían al paso con lágrimas en los ojos.

En esa mañana y por solo ciertas horas, el régimen de Saddam solo desplegó un puñado de sus helicópteros, al tiempo que la Merga Kurdo Pesh disparaba hacia el cielo a través de sus armas de fuego antiaéreo capturadas al gobierno. Sin embargo y ya por la tarde, helicópteros de fabricación soviética aparecieron súbitamente por el cielo y repartiéndose sobre el entorno de la ciudad, lanzaron múltiples ataques de explosivos cohetes. Muy rápido, cualquiera a su vista, empezaron a correr.

En ese tiempo, muchos iraquíes, a lo largo de su país, fueron inundados de esperanzas. Muchos Merga Kurdo Pesh, en el norte de Irak en marzo de1991, afirmaron a periodistas occidentales cómo muchas mujeres kurdas habían dado a sus recién nacidos el nombre de “Bush”. Sin embargo, muchos de estos recién nacidos murieron al ser expuestos, semanas después de que sus padres y familia tuvieron que huir. No es de sorprenderse entonces, ahora en el 2003, el que solo un puñado de iraquíes estén rebelándose al compás de las fuerzas lideradas por los Estados Unidos.

______________________________
Frank Smyth, quien cubrió la Guerra del Golfo en 1991 para CBS News, The Economist y The Village Voice, está escribiendo un libro acerca del levantamiento contra Saddam Hussein en 1991. Recientemente estuvo en Qatar y Kuwait. El artículo tiene traducción libre.